Solo cuando Dios lleve personalmente a cabo obra por medio de la encarnación en los últimos días, podremos ser salvados a fondo por Él
La obra del juicio que Dios realiza en Su segunda venida en los últimos días utiliza la expresión de la palabra para purificar, salvar y perfeccionar al hombre; también tiene por objeto dejar al descubierto y eliminar a los hombres, analizándolos y clasificándolos entre sus semejantes, separando las cabras de las ovejas, el trigo de la cizaña y los siervos buenos de los siervos perversos para luego premiar a los buenos y castigar a los malvados. Aunque la apariencia del cuerpo espiritual del Señor Jesús resucitado era la misma que la de Su carne, Su cuerpo espiritual podía entrar por la pared, aparecerse y desaparecerse a voluntad, asustando al hombre. Si Dios se aparecera al hombre en Su cuerpo espiritual, tanto los buenos como los malos se postrarían ante Él. En tal caso, ¿quién se atrevería a revelar la corrupción, a tener nociones acerca de Él y a resistirse a Él? Y ¿cómo se podrían separar los buenos y los malos? Entonces la obra de juicio de Dios en los últimos días no se realizaría. Vamos a algunos pasajes de la Palabra de Dios para entender más claramente.
Dios dice: "El carácter corrupto del hombre y su rebeldía y resistencia son expuestos cuando este ve a Cristo, y la rebeldía y resistencia que se exhiben en ese momento son expuestas absoluta y completamente, más que en cualquier otro momento. Esto se debe a que Cristo es el Hijo del hombre -un Hijo del hombre que posee una humanidad normal-, a quien el hombre ni honra ni respeta. Es gracias a que Dios vive en la carne que la rebeldía del hombre sale a la luz de una forma tan completa y con tan vívido detalle. Así pues, Yo digo que la venida de Cristo ha sacado a la luz toda la rebeldía de la humanidad y ha puesto en relieve su naturaleza. A esto se le llama 'tentar a un tigre a que baje de la montaña' y 'tentar a un lobo a que salga de su cueva'"
"Sólo haciéndose carne puede Dios transmitir personalmente Sus palabras a los oídos de todos los seres humanos de forma que todos los que tengan oídos puedan oír Sus palabras y recibir Su obra de juicio por la palabra. Sólo este es el resultado obtenido por Su palabra, y no que el Espíritu se manifieste con el fin de atemorizar al hombre para que se someta. Sólo a través de esta obra práctica, pero extraordinaria, puede el antiguo carácter del hombre, escondido profundamente en su interior durante muchos años, ser revelado plenamente de forma que el hombre pueda reconocerlo y cambiarlo. Todas estas cosas constituyen la obra práctica de Dios encarnado, en la cual, al hablar y ejecutar el juicio de una manera práctica, lleva a cabo el juicio sobre el hombre por la palabra. Esta es la autoridad de Dios encarnado y el sentido de Su encarnación" ("La Palabra manifestada en carne").
Ahora que el Señor se ha hecho carne, convirtiéndose en el Hijo del hombre, apareciendo entre los hombres y haciendo la obra de juzgar y purificar al hombre, pero como nosotros los seres humanos no conocemos a Dios encarnado, lo trataremos como una persona común, desarrollaremos nociones sobre Sus palabras y obra, nos negaremos a obedecer a Cristo, mentiremos para engañarlo, lo juzgaremos e incluso nos opondremos a Él y lo condenaremos. Nuestra arrogancia, rebeldía y oposición serán evidentes ante Cristo. Dios expresa la verdad para juzgar, dejar al descubierto, podar y tratar a la humanidad de acuerdo con la realidad objetiva de su rebelión y oposición. La obra de Dios es verdaderamente práctica y revela cómo es el hombre en realidad. Ante esas pruebas objetivas, aquellos que acepten la verdad se convencerán totalmente y admitirán su rebelión y su oposición. Ellos también tomarán conciencia del carácter santo y justo de Dios, que no admite ofensa, y aceptarán sumisos el juicio y castigo de Dios para que Él los pueda conquistar y salvar con Su obra práctica. Así pues, sólo Dios encarnado realiza la obra del juicio de los últimos días, puede lograr el resultado de purificar a fondo al hombre y salvarlo.
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